Escrito por Minerva Gebran
Varios de nosotros nos estamos preguntando si de verdad nuestra vida será la misma después de esta pandemia. Algunos estamos resistiendo o aguantando hasta que volvamos a la normalidad y otros estamos realmente haciendo una pausa reflexiva en la manera que hemos estado viviendo, precisamente para ver si no volvemos a cometer los mismos errores; aunque la mayoría de nosotros penduleamos entre aguantar y pausar. La pregunta que a mi me surge es: ¿cómo podríamos volver a la misma vida cuando estamos teniendo tanta constatación y tantos hechos que nos muestran que mientras nosotros estamos por un rato en nuestras casas, la fauna y la flora vuelven a renacer, la contaminación de algunas ciudades bajan considerablemente, la contaminación auditiva ha disminuido a tal punto que volvimos a escuchar los pájaros, las familias están pudiendo estar con sus hijos más tiempo que lo que habían estado en varios años, entre otras constataciones.
Podemos aseverar que estamos en la era de la aniquilación, que hemos devastado y extinguido, que hemos contaminado, que nos hemos desconectado, que hemos perdido la valoración por lo esencial para darle mayor importancia a la rapidez y a la productividad.
Tenemos tantas razones para elegir que nuestra vida no sea la misma cuando esto termine, por lo que valdría la pena comenzar a reflexionar y diseñar cómo la queremos, esta pandemia nos ha remecido de miedo y dolor y también trae con ella el regalo de poder reinventarnos y crear un antes y un después significativo; en donde hasta estemos orgullosos que no seamos los mismos como humanidad.
Ahora bien, para poder hacer eso vamos a requerir convertirnos en actores responsables de nuestras acciones, elevar nuestros niveles de conciencia que conllevan a dos elementos medulares: 1. Hacernos cargo y 2. Estar al servicio.
Con hacernos cargo me refiero a que antes de culpar, criticar o responsabilizar a otros comencemos por revisarnos a nosotros mismos, porque si bien es cierto que puede que los otros tengan responsabilidad, el camino adulto tiene que ver con hacernos cargo de nosotros mismos en primera instancia, tener responsabilidad para responder ante nuestros actos sin victimizarnos y sin convertirnos en los victimarios de otros. Ser actor protagonista de mis cambios y mis transformaciones.
Estar al servicio a su vez se trata de hacer que algo que no funciona pueda funcionar, por lo tanto, me dispongo en mi trabajo, en mi familia, con mis colaboradores y en todos los dominios de mi vida a consagrarme a esa labor que permita un mundo mejor, sin individualismos egoístas que me separan de los otros.
Si al menos estos 2 elementos no los tenemos presentes, el miedo que tendríamos que tener es a que nuestra vida sea la misma cuando todo esto termine.
Propongámonos que no sea la misma, sino más bien que sea mejor, es decir, que tengamos la inteligencia integral para conservar lo maravilloso y que tengamos la valentía para transformar aquello que la existencia nos está diciendo de manera clara y alta que ya no da para más.
Cuando todo esto termine nos deseo que no seamos los mismos, que cada vez que nos miremos recordemos que todas las pérdidas que tuvimos fueron para despertar, revalorar y volver a conectar con lo esencial de un buen vivir.