Taller “El abuso, resignificar para liberar”. Por Susana Canella y Soledad Leigh, Coaches Ontológicos y Transpersonales.
Hablar sobre abuso no es fácil ni cotidiano. Es un tema que cuesta sacar a la luz, que produce mucho dolor, sea cual sea el tipo de abuso, emocional, físico, sexual, psicológico, laboral, algo muy hondo se toca, se quiebra, se daña, y muchas veces nos callamos, por vergüenza, por miedo o por el mismo dolor que esto produce.
La palabra “abuso” tiene una carga emocional tan pesada que no la miramos ni la nombramos.
El abuso es un fenómeno que, si lo comparamos con las ramas de un árbol, entra por toda nuestra vida. De una forma u otra nos lo encontramos, pero ¿si en vez de evadirlo y no tocarlo, nos atrevemos a dar el paso de mirarlo?
¿Qué podría cambiar?
Romper el silencio, buscar a alguien de confianza, nos puede traer los primeros brillos de luz.
El miedo, la vergüenza, la tristeza son emociones que pueden resultar difíciles de manejar. Debemos tratarlas pasito a pasito podemos dejar que cada vez entren más destellos de luz.
Una luz que nos libere, que nos haga ver que no estamos solos, que no fuimos responsables.
Reconocer nuestras heridas con otros, compartirlas, suele ser el camino más liberador, la mochila empieza a caer. Cuando ves tus creencias en otros, cuando compartes el dolor, algo pasa… algo cambia….
Cuando las personas dan el gran paso de verbalizar y aceptar frente a otros que han sido víctimas de un abuso ocurren varios fenómenos humanos. Aparece la VULNERABILIDAD, un lugar interno donde siento que estoy completamente desnudo diciendo lo que siento tal cual como me nace decirlo.
También aparece la VALENTÍA, porque a pesar del miedo que me da contar lo que sucedió, lo hago con temor y valentía. Ese movimiento de decirlo en voz alta nos trae, por una parte dolor, porque recordamos lo que pasó, y por otro lado, también nos trae luz. Muchas veces decimos coloquialmente “lo saco a la luz”.
El silencio nos tiene en la oscuridad….
¿Y qué pasaría entonces si abro una ventana y dejo que el aire y la luz puedan entrar y circular por ese lugar?
Podría ver con claridad lo que hay dentro, y así darme cuenta de qué hay oculto ahí, como las creencias, sensaciones y emociones permitiendo que el oxígeno se mueva, y en ese movimiento aquello que estaba encerrado y oculto deja de ser tan tenebroso como era cuando lo miraba en soledad.
Mientras no lo miremos y no lo nombremos, estará ahí, pulsando, latiendo.
Compartirlo con otros que hayan vivido lo mismo es liberador, te ayuda a ir sacándole peso a esa mochila, empezamos a soltar los miedos, y a sentirnos acompañados.
Si abrimos la ventana, dejamos entrar más luz y energía de afuera, aceptamos lo sucedido, aunque no nos guste e incluso llegamos a odiarnos y odiar esa parte de nuestro pasado que no se puede cambiar. Podemos descubrir que no es todo lo que somos, es sólo una rama de nuestro árbol, y tenemos muchas otras ramas maravillosas que tal vez no las hemos podido mirar o no las hemos sabido valorar.
Cuando lo hablamos o verbalizamos se abren posibilidades, como darle un significado diferente a la historia y dejar de vivir sólo desde el dolor, esto nos permite comenzar a ver todos nuestros dones y virtudes que seguro cobrarán más sentido que solo quedándose en la oscuridad.