Escrito por Natalia Franco, Senior Coach Ontológico Integral de Asersentido Internacional
Este domingo 20 de junio a las 23:32 Chile y 22:32 Perú esperamos el “solsticio de invierno”, fecha en la cual nuestros pueblos originarios mapuches celebran el We Tripantu que significa “año nuevo” y el inicio de la celebración inca del Inti Raymi o “Fiesta del Sol”, en que se celebraba que el sol volvía a comenzar su ciclo. De hecho, según Elisa Loncon, “wüñoy tripantu” quiere decir en mapudungun “retorno del sol”. Es el día más corto del año en el hemisferio sur y su fiesta para los pueblos andinos y tradiciones ancestrales americanas tiene lugar entre el 21 y el 24 de junio, la misma fecha en que el mundo Inca celebra el Inti Raymi, o “Fiesta del sol” en quechua.En la cosmovisión andina se consideraba que cuando sucedía lo que hoy conocemos como solsticio, el sol volvía a comenzar su ciclo. Era un renacer muy valioso al que se le rendía culto para honrar, entre otras cosas, el buen desempeño de las cosechas. Por su parte, el We Tripantu corresponde al comienzo de los días cada vez más largos hasta el solsticio de verano y el renacer eventual de la naturaleza tras el invierno al que se entra. Ambos pueblos han observado la naturaleza, han desarrollado la astronomía y han cultivado prácticas comunitarias en relación a dichos fenómenos, muy diversas, pero siempre relacionadas con los ciclos de la vida y su renovación.
Cuando yo era niña odiaba el invierno y cada 21 de junio era una fecha letal, donde esa amenaza de frío, lluvia y oscuridad afuera y adentro se hacía real para hacerse presente en su máxima expresión. De grande, sin embargo, la vida me ha dado el privilegio de Re-Cordar, volver a pasar por el corazón, el mío y el del latir universal, recobrando tradiciones y códigos tan sagrados como los celebrados en estas 2 fiestas ancestrales, las de mi amado pueblo chileno y peruano, permitiendo que ese pulsar ancestral en mí comprenda que si bien efectivamente el 21 de junio da inicio al invierno, con ello también comienza EL REGRESO DEL SOL: cada noche comienza a ser cada vez más corta en nuestro hemisferio sur, cada día el amanecer llega un poquito antes y el día se va un poquito después y así cada día se acerca más esa primavera exhuberante donde volveremos a renacer
Para los Incas y Aymaras el renacimiento del Sol tiene un doble significado, proveniente también de la escuela de Tiwanaku: El Sol renace y renacen las almas de los que se fueron. Para que el poder de renacimiento sea más fuerte, se celebra el día del Renacimiento en Año Nuevo, cuando se produce la Luna Nueva en el solsticio de Invierno. Entonces, la realidad está regida por un orden rígido, estático, y un orden dinámico. El Sol es estático; la Luna es dinámica. La Luna es la fuente de la regeneración y del poder invisible que permite las metamorfosis del alma, como lo muestra su símbolo esencial, el canelo (equivalente al loto egipcio). El Sol masculino representa el hieratismo y la estabilidad; la mujer es el movimiento, la que aporta la magia y la dinámica que hace posible la circulación de la vida.
Recobro estas claves y por fin comprendo el porqué se celebra la llegada del invierno: lo peor ya pasó, ya nos deshojamos en otoño y soltamos, dejamos caer y morir todo lo que ya no iba más con nosotros, nuestra vida y nuestra coherencia para seguir adelante en la ruta, ahora estamos en silencio cuidadoso y sagrado, expectantes, dotando de energía esa semilla que yace silenciosa en nuestros corazones, captando nutrientes de tierra y lluvia, haciéndose fuerte y resiliente, para luego brotar determinada en el mundo y dar frutos que cosecharemos y celebraremos en danzas y fiestas sociales que nos unan en un hermoso compartir y gratitud.
Hoy en día el invierno sigue siendo mi periodo menos favorita del año, también de la vida: me cuesta eso de quedarme quieta, en silencio, tomando fuerzas y reposando para que algo nuevo florezca, sin embargo, con los años y los regalos de la vida he podido INTEGRARLO: hoy lo valoro, lo honro, lo aprecio y necesito, aunque me sea difícil experimentarlo (en el clima interior y en el exterior), cuando se hace presente lo aprovecho y me dejo nutrir por sus aguas. Por eso, hoy en un nuevo solsticio, me tomo unos minutos para agradecer a la vida no sólo por el regalo del calor y el florecer, sino también por el del frío y el deshojar, para agradecer la luz y la sombra, el dulce y agraz, la alegría y la tristeza, pero más que cualquier cosa ese interludio que existe entre las 2 polaridades, que es la capacidad de valorar y agradecer que ambos extremos son necesarios para la vida, para integrarnos, y que a final de cuentas, en la danza flexible entre uno y el otro es donde reside la felicidad.
¡FELIZ SOLSTICIO, FELIZ REGRESO DEL SOL!